domingo, 8 de julio de 2012

Filetes rusos.

Hay que ver lo contento que se pone uno cuando llega a casa de su madre, suegra, hermanos o derivados de y escucha que de segundo hay filetes rusos. En ese momento te invade un sentimiento de alegría comparable al logro de la medalla de oro en el tercer campeonato regional de Brisca en casa Emilio, bar respetable donde los haya todo sea dicho.
El caso es que el filete ruso es un aliado perfecto para el tomate, la mayonesa, el perejil, las patatas o eso que llaman ketchup los modernos.
Mi amigo Aaron y yo todavía no nos explicamos por qué en las bodas siguen empeñados en darnos sorbetes innombrables, tortillas de patatas en vasos y demás viandas emperifolladas; hemos decidido y si a nuestras doñas no les importa que vamos a sacar del ostraicismo y del menú infantil al filete ruso. Será una ocasión perfecta para devolverlo a su sitio. Para devolverlo al olimpo.
Ayer comprobé una vez más que los americanos lo elevaron hace tiempo al primer puesto del podio en unos restaurantes que solo existen en la costa oeste. En unos restaurantes en los que ese filete ruso casa perfectamente con el queso, la lechuga, el pepinillo y las tropecientas salsas a gusto del consumidor. Unos restaurantes que son el olimpo para esos filetes rusos.
Dios bendiga el In&Out.

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